lunes, 7 de marzo de 2016

Gurú

Atiende. Quiero que dejes tu mente en blanco, que respires profundo y que sólo prestes atención a lo que vas a leer. Tómate tu tiempo, no importa, yo seguiré aquí esperando. Cierra durante cinco segundos los ojos y visualiza aquel momento en el que creíste que la perderías para siempre, recuerda esa angustia que te invadió, esa sensación de quedarte poco a poco sin aire, de notar como tu corazón ya no latía con el mismo ímpetu, de perder la fuerza en tus manos y de sentir que las rodillas te fallarían en cualquier momento. 

Ahora ábrelos, ¿lo tienes? Perfecto, ahora te contaré yo una historia: 

Todo empezó, según dicen, como empiezan las mejores historias; por casualidad. Ni tú sabías quién era ella, ni ella sabía quién eras tú; dos completos desconocidos a punto de conocerse más de lo que se imaginarían. Pasaron los días y ¡BUM!, de repente esos dos extraños se sumergen en una breve pero intensa aventura. Hacía poco que él había sentido la sensación de que el mundo se le venía abajo, ella pronto lo sentiría también, no obstante, se pasaban los días hablando, riéndose por cualquier tontería, conociéndose, empezando a enamorarse. Ella amaba su voz, la forma en que la hacía sonreír con cualquier tontería. Amaba sus peleas de niños pequeños, la forma en que la quitaba de quicio con estupideces como la manera correcta de pronunciar "pizza".  Ella empezaba a amarlo a él. Él... Él sabía mejor que nadie lo que estaba consiguiendo.

Hagamos una pausa. Te pediré de nuevo que cierres los ojos, que completes mentalmente el texto o que lo corrijas, si piensas que algo falla. Ábrelos. Muy bien, sigamos.

Después de mucho hablar, de tener mil cosas en común, de quererse un poco y de la recíproca confianza depositada, deciden verse. Ninguno de los dos pudo dormir la noche anterior al esperado día. Ella pasó las horas tumbada en cama, mirando al techo, pensado en qué ponerse, qué decirle, qué hacer. Ella sólo deseaba agradarle. Llegó el día y la hora, allí estaba él, de pie al lado de las escaleras como habían acordado. Ella se quedó atónita. Era aún más guapo en persona, si era posible. Con paso decidido y hecha un manojo de nervios, se acercó a él. Su corazón estaba a mil por hora, su voz era temblorosa y en su cara se podía observar una pequeña sonrisa tímida. Dos besos, él le dio dos besos. Ella estaba desconcertada. Hizo un rápido repaso mental de sus últimas conversaciones, y ahí estaba, él le había prometido sólo uno. Uno, no dos. "No pasa nada, nos acabamos de conocer", pensó. Siguieron caminando por una calle bastante transitada, aunque para ella no existía nadie más. Estaba nerviosa, impaciente, deseosa de uno de esos abrazos con los que tanto había soñado. De pronto, él se paró. La miró a los ojos y después de hacerle alguna broma estúpida, le dio el beso. Y sí, cito, "el beso", no un beso, sino EL beso; el primero, el más bonito, el más sincero e inesperado. 

¿Sabes cuándo sientes que se te para el tiempo? ¿Cuándo puede estar lloviendo encima de ti que no sientes la humedad, cuándo te pueden estar hablando que tú sigues sumergido en tu mundo? ¿Cuándo nada más importa y lo primordial para ti es ese momento? Pues así se sintió ella. Todo era desdeñable, ínfimo, mediocre, inapreciable, fútil. Todo salvo él.

Los días pasaron y ese dúo de enamorado cada vez se quería más. No había ni un solo instante en que él no estuviese en sus pensamientos, no había ni una sola noche en que ella no soñase con sus abrazos, sus besos, sus caricias. Su forma de reír, su voz o sus cosquillas. Su humor, su sutileza, sus mensajes tiernos de buenos días y de buenas noches. Sus "te quiero" inesperados. Su carita, su todo; su perfecto todo, porque así es, él era y sigue siendo perfecto a sus ojos. Pero todo tiene su fin, y el de ellos estaba cerca. Me imagino que es lo malo de planear las cosas, que nunca salen como te las imaginas. Ellos diseñaran un fin de semana magnífico, ninguno de los dos, o al menos eso es lo que ella creía, se esperaba que esos tres días se convirtiesen en un adiós. Y ahora él no hace nada, sin embargo, ella añora cada minuto a su lado.

Ser amigos no está mal, ser amigos es algo fascinante, excepto cuando una de las dos partes ama y sigue convencida de que la otra también. La amistad es una de las cosas más maravillosas de este mundo, a no ser que la tengas que compartir con la persona de tus sueños y es por eso que esa parte, la que todavía sigue enamorada, no piensa rendirse. Quizás siendo amigos y empezando de cero podría hacer que la otra se volviese a enamorar como al principio, o tal vez se podría aprovechar del cariño oculto que se encierra en ella. No sabe qué hacer, no quiere molestar ni incomodar a su otra mitad, pero sabe que no se rendirá, que pase lo que pase y pese a quién le pese va a luchar por enamorarle cada día un poquito más y demostrarle que a pesar de los millones de dificultades que hay de por medio, vale la pena intentarlo, porque de eso se trata, de quererse a con independencia de lo demás.




lunes, 1 de febrero de 2016

Ojalá...




    Ojalá pudiera irme a vivir a la fotografía que guardo, 
de cuando estábamos juntos y éramos felices.

Que no se pierda la ancestral costumbre de ponerte celosa de una persona con la que no tienes nada.